El poder de los genes olvidados.
Casi seis meses inmersos en otras culturas, intentando absorber las esencias de cada lugar, impregnándonos de otras formas de vida y aprendiendo cómo ser mejores personas.
Me siento orgullosa de ser parte de esta familia viajera respetuosa con los demás pueblos, con sus costumbres y culturas; con la naturaleza y con los animales. Y satisfecha por tener la oportunidad de enseñar a nuestr@s hij@s algunas de las realidades del mundo.
Algo me ha rondado insistentemente por la cabeza; sobre todo cuando hemos estado en esos países menos favorecidos económicamente y que podrían darnos lecciones de cómo ser feliz con mucho menos. A menudo me pregunto qué debe pensar esta gente de nuestra presencia por aquí (Laos, Vietnam, Camboya…) ¿A qué venimos? ¿Qué nos llama tanto la atención de su país? ¿Por qué viajamos hasta tan lejos si aquí no nos pueden ofrecer mucho en comparación con nuestro idílico «primer mundo»? ¡¡Y es verdad!! El confort al que estamos acostumbrados ni se huele por aquí (excepto si vas a un hotel de lujo, claro! Pero para ese tipo de vacaciones no importa pegarse una paliza de avión). Nuestras súper autopistas, nuestras cómodas casas, nuestros magníficos centros comerciales, nuestros gimnasios, nuestras ropas y caprichos; en definitiva, nuestro consumo desmedido.
Todo eso aquí no existe… ¿entonces?… ¿Por qué nos gusta tanto y nos sentimos tan afortunados de estar en estos países donde las arañas se cuelan en la habitación, donde la comida no viene envasada con fecha de caducidad, donde no siempre hay agua caliente, donde vamos dando tumbos por una carretera llena de baches o donde ves que los niños juegan sucios en la calle con piedras y con palos?. Pues una de las cosas que se me ocurre es que en lo más profundo de nuestro ser, nos queda alguna huella, algún gen despistado de nuestros antepasados -no tan lejanos- y que de alguna manera nos recuerda que los humanos somos capaces de vivir de una forma mucho más humilde y sencilla, más tranquilos, en armonía con lo que nos ofrece nuestro entorno, de forma MÁS NATURAL.
A veces me gustaría intercambiarme con alguna persona de ese lugar, porque por más que intente ponerme en su piel estoy segura de que no tengo ni idea de cómo es nacer, crecer, mantener a una familia, superar enfermedades, sobrevivir, aguantar a ese tipo de turista mal educado, estúpido y prepotente que con dólares lo compran todo. En ocasiones me atormenta la idea de pensar que estas gentes crean que nosotros venimos a sus países a lo mismo que ese turista inmoral y maleducado. Así que intentando huir de los lugares masificados y buscando formas de movernos por nuestra cuenta (odiamos el borregueo), reusando los tours exclusivos para turistas y escogiendo el transporte público, creo que hemos conseguido formar parte de esos viajeros que tanto admiramos -no sólo por ser capaces de salir de su zona de confort-, sino por estar dispuestos a conocerse mejor a sí mismos y tomar parte en la lucha por los derechos humanos y la dignidad de cualquier persona y en cualquier lugar de este loco planeta llamado Tierra.
Me ha encantado este post… todavía no he leído los otros, así q seguramente me encanten también…
Os deseo
Sigo desde hace un año por Facebook y ahora Instagram y la verdad es q me encanta «teletransportarme» en la imaginación con mi familia a los lugares q nos enseñáis. Ojalá algún día cumpla ese señor. Enhorabuena por lo que hacéis!
Muchas gracias por tu comentario, Victoria. Nos encanta que te encante 😉
Ojalá podamos encontrarnos algún día viajando por esos mundos, y compartamos experiencias … pero de viva voz, con un café , un té calentito o una cervecita bien fresquita.
¡¡Un abrazo!!